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Y de pronto apareció Incagro, una plataforma de capacitación que además sirve para financiar a varias entidades del sector

 

En silencio, mientras en los últimos años los dirigentes de las entidades agropecuarias se devanaban los sesos pensando de dónde obtener recursos para financiar la actividad gremial, un grupo de tres cámaras vinculadas al comercio de granos avanzó, en acuerdo con el Sindicato de Empleados de Comercio, en la creación de Incagro, un instituto de capacitación que a la par recaudará recursos frescos a través de una contribución patronal mensual y obligatoria. 

El sueño del pibe. O mejor dicho, el sueño del dirigente agropecuario: contar con un flujo constante de recursos para no tener que sacar plata de su propio bolsillo ni depender de las cuotas de los socios o tener que hacer todo tipo de manganetas para financiar las actividades gremiales. En 2008, tras el conflicto con el gobierno K por las retenciones móviles, la Mesa de Enlace había intentado algo parecido con el Fondo Federal Solidario, pero resultó un estrepitoso fracaso. Nadie puso un mango porque no era obligatorio sino voluntario.  

¿Y quiénes son las tres instituciones del agro que lograron ahora construir lo que tantas veces soñaron los entidades rurales? La Federación de Acopiadores, el Centro de Exportadores de Cereales (CEC) y Coninagro, que reúne a las cooperativas cerealeras de ACA y también forma parte de la Mesa de Enlace. 

¿Qué tienen en común esas tres entidades? Pues que sus socios (acopios, exportadores y cooperativas) se dedican al almacenaje y comercio de granos, y por lo tanto tienen empleados enrolados dentro del 
convenio colectivo 130 del año 1975, que corresponde a la rama “acopio” o “cereales” de la Federación Argentina de Empleados de Comercio. En efecto, las tres cámaras empresarias discuten salarios y condiciones laborales con el gremio del veterano dirigente Armando Cavalieri. Por cuerdas separadas negocian con Urgara, el gremio de los recibidores de granos. Pero sus empleados administrativos, que suman unos 5.000 o 6.000 en todo el país, dependen de Comercio. 

No se sabe muy bien quién empezó a tirar de la piola. Pero el 29 de julio de 2014, en el marco de una negociación paritaria para esos trabajadores, esas tres entidades empresarias aceptaron una propuesta del gremio para firmar un Acta Acuerdo y dar forma a Incagro, que no es otra cosas que el “Instituto de Capacitación Agropecuaria”. 

El modelo del Incagro está copiado casi literalmente del INACAP (Instituto Argentino de Capacitación Profesional y Tecnológica para el Comercio). que fue creado en 2008 por otras ramas empresarias que debían verse las caras con Cavalieri en el marco del convenio 130/75, como la Cámara Argentina de Comercio (CAC) y Confederación Argentina de la Mediana Empresa (Came), del histórico Osvaldo Cornide. En pocos años, el INACAP se transformó en una estructura sólida, de la cual abrevan sus dirigentes cuando necesitan financiar viajes y reuniones.

He aquí el gran secreto: las actividades de estos institutos de capacitación se financian con una contribución patronal mensual de carácter obligatorio, a cargo del empleador, para la nómina de todos los empleados agrupados bajo la órbita del “Convenio Mercantil”. En el caso del flamante Incagro, que comenzó a recaudar por estos meses (ya lleva emitidos cuatro talonarios) se definió que la contribución patronal obligatoria será “del 1% de los salarios básicos del personal comprendido en la Rama Cerealera” del convenio.

¿De cuánta plata estamos hablando? De bastante, porque recién se está poniendo en marcha el Instituto y ya recauda entre 700 mil y 800 mil pesos mensuales, y se espera llegar muy pronto al millón. Serían entonces cerca de 12 millones de pesos al año, ajustables con cada paritaria salarial.

Aunque el interés prioritario del flamante Incagro será “la formación y capacitación técnica y profesional de los trabajadores y empleadores, de acuerdo a los requerimientos y exigencias de la actividad de esta rama”, no se descarta que parte de la recaudación pueda ser destinada a solventar los gastos de actividades en cada una de las entidades que firmaron el acuerdo hace cuatro años y que ahora lo están poniendo en marcha. 

Raúl Dente, un histórico directivo de la Federación de Acopiadores, fue elegido como primer presidente del Incagro, pero uno de los que más participó en la gestación de este instituto fue Daniel Asseff, el ex gerente de Coninagro, que ahora también forma parte del staff de Acopiadores tras un paso fugaz por el equipo que acompañó al ex ministro de Agroindustria, Ricardo Buryaile.

Esos dirigentes recuerdan que cuando se planteó la discusión con el sindicato de Cavalieri, en 2014, el razonamiento fue “o nos oponemos o nos metemos”, y que la decisión fue involucrarse y aprovechar la herramienta del modo más adecuado posible. La constitución del flamante Incagro tomó cuatro años, pero ahora refleja una mayoría de representantes de las cámaras empresarias, que deberían custodiar ahora que el dinero recaudado se gaste con transparencia y se destine a los fines específicos. Gustavo Idígoras, por ejemplo, ocupa una de las sillas en representación de los exportadores, como presidente de Ciara-Cec.

En la página web del Instituto ya pueden visualizarse una serie de videos destinados a la capacitación del personal administrativo de los centros de almacenaje de granos. Y según relató el propio Dente a Bichos de Campo, la idea es profundizar estas acciones hasta lanzar, posiblemente en 2019, una suerte de escuela virtual para los empleados administrativos de la Rama Cereal, que les permita acceder a un título habilitante en el futuro. Ya se verá, el recorrido recién se inicia. 

Por supuesto que hay quienes critican la iniciativa, sobre todo por la imposición de un nuevo aporte obligatorio sobre las empresas. Hay varios acopios o cooperativas que se retoban porque no están asociados ni a la Federación de Acopiadores ni a Coninagro (un caso concreto son las cooperativas de AFA, históricamente ligadas a la Federación Agraria), pero que terminarán financiando con sus aportes una estructura ajena.

Y así en silencio, sin que nadie lo esperase, llegó Incagro. Y quizás también haya llegado con ese instituto una nueva forma de financiar parte de las actividades de las cámaras empresariales del sector agropecuario.

Dicen los que saben que no falta mucho para que un convenio muy semejante sea firmado por las cuatro entidades rurales tradicionales con la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE). Y en ese caso, los que deberían hacer el aporte obligatorio serían todos los productores con personal registrado en sus explotaciones. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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